¿Qué será de expresiones como “despacito y buena letra” cuando ya (casi) nadie escriba a mano? ¿Se entenderá su sentido?
¿Y con las frases relacionadas con la peseta, la antigua moneda española? ¿Qué será de expresiones como “por el canto de un duro” (por los pelos) o “dar duros a cuatro pesetas”? ¿O de “es más bueno que las pesetas”?
El lenguaje evoluciona pero a veces no al mismo ritmo que la actualidad social. Y, además, algunas expresiones, por algún motivo, siguen conservando su valor metafórico pese a que los elementos que mencionen hayan caído en desuso o sean casi desconocidos. Se trata de expresiones como “ir de sujetavelas” (ser un convidado de piedra; alguien que se va a limitar a observar la interacción entre otros), “estar en el candelero” (ser actualidad en un momento dado), “ser harina de otro costal” (un tema diferente).
Por ejemplo, muchos jóvenes urbanitas han oído alguna vez la expresión “se me caen los palos del sombrajo” y la han entendido por el contexto pero no saben qué es exactamente un sombrajo. Por cierto, sombrajo según la Real Academia Española de la Lengua es “Reparo o resguardo de ramas, mimbres, esteras, etc., para hacer sombra”, lo que nos lleva a otra pregunta, ¿qué es un reparo más allá de una objeción? Pues un montón de cosas…